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Hoy en día, toda empresa moderna opta por tener directores independientes, lo que no solo es una muy buena práctica, sino se ha vuelto un imperativo. Y la razón es muy simple: sus conocimientos y experiencia generan valor a las empresas que los convocan. Lamentablemente, en el Perú aún estamos muy lejos de ello, y aunque algunas empresas ya están empezando el proceso de cambio, aún hoy en día, un puesto en un directorio es un simpático cachuelo para cualquier alto ejecutivo, pero también, por cierto, un cómodo amortiguador para aquellos que se retiran de la vida activa.

Un experimentado gerente, por ejemplo, puede asegurarse un interesante ingreso adicional, sin invertir mucho tiempo ni tener que realizar grandes malabarismos mentales.

Estos clubes de Toby, al son de unos buenos cigarros cubanos y, obviamente, de un exquisito pisco, dentro de un ambiente de plena armonía, son integrados en su mayoría por los mismos accionistas, sus familiares o representantes de estas, y ello a pesar que desde la última crisis financiera, que desencadenó la exigencia de un nuevo sistema de gobernanza, sobre todo en los países desarrollados (normas como SOX y FCPA), los nuevos directores de hoy son confrontados con leyes y normas mucho más exigentes que antes. Asumen hasta con sus propios bienes la plena responsabilidad de lo que sucede con su empresa.

La función de los directores ha cambiado radicalmente, a raíz de modelos de negocio más complejos, directrices de responsabilidad más estrictas, así como también por una mayor exposición a la sociedad en general, a través de medios sociales. No solo se incrementaron las exigencias legales, sino también la rapidez en la toma de decisiones.

Sin duda, los tiempos cambiaron vertiginosamente, ¿cuán conscientes somos en el Perú del nuevo perfil que se requiere en los directorios de nuestras empresas?

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